
Un taller de bordado teje la emancipación de las mujeres en las zonas rurales de Marruecos

Frente a tres grandes lienzos, un grupo de tejedoras trabaja en silencio en una humilde casa de un pueblo costero del sur de Marruecos, un taller que busca promover la emancipación socioeconómica de las mujeres en el mundo rural.
El proyecto "cambió la vida" de algunas de ellas, admiten, aunque al principio no siempre fue fácil.
En Marruecos, las mujeres y niñas que viven en el campo sufren más que las demás de la pobreza, el desempleo y los trabajos no remunerados, según datos oficiales.
"Algunas tejedoras se escondían para ir al taller porque era mal visto", recuerda Khadija Ahuilat, de 26 años, responsable del lugar. "Para algunos, el arte es un sinsentido y las mujeres tienen que quedarse en casa. Pero conseguimos cambiar eso", afirma entusiasmada.
Todo empezó a finales de 2022, cuando Margaux Derhy, una artista franco-marroquí, creó un taller en Sidi Rbat, a 70 kilómetros de Agadir, para crear bordados de arte contemporáneas.
La idea era explorar los archivos fotográficos de su familia antes de que abandonaran Marruecos en la década de 1960.
Poco a poco, pudo emplear a diez mujeres de este pequeño pueblo pesquero de 400 habitantes para trabajar a tiempo completo.
"Estoy muy orgullosa de haber contribuido a este cambio, aunque sea a pequeña escala", subraya Ahuilat, que se trasladó a Sidi Rbat para el proyecto.
En Marruecos, más de ocho de cada diez mujeres son económicamente inactivas y solo el 19% tiene un empleo estable, tanto en zonas rurales como urbanas, según un reciente estudio con datos oficiales.
Los lienzos bordados de Sidi Rbat tuvieron rápidamente éxito. Se venden por unos 5.000 euros (5.700 dólares al cambio actual), se han expuesto en Marrakech, París y Bruselas, y existen dos proyectos en ciernes: una exposición en el Taller 21 de Casablanca y una feria con la galería Tabari artspace de Dubái.
"Tenía el sueño de hacer un trabajo artístico útil" a través de un compromiso "sobre el terreno", explica Derhy, de 39 años. Asegura que paga a las bordadoras un salario mensual "superior al salario mínimo en Marruecos", que es de más de 290 euros (unos 330 dólares).
- "Es un gran cambio estar aquí" -
Un día de trabajo empieza con el trazado del diseño. Luego se organiza una reunión donde se eligen los tipos de puntadas, los hilos y los colores que se usarán para cada parte del lienzo.
Una obra de gran formato puede llevar hasta cinco meses de trabajo.
"Este proyecto me cambió la vida, aunque nunca había usado una aguja de bordar", cuenta Hanane Ichbikili, de 28 años, que estudiaba enfermería antes de cruzarse en el camino de Derhy.
En un cuarto del taller, cuatro mujeres terminan los detalles de un gran retrato del año 1929. Son de la familia de Derhy en Esauira, un puerto turístico de la costa atlántica marroquí.
Entre las mujeres está Aicha Jout, una viuda de 50 años y madre de Khadija Ahuilat, que recogía mejillones en la playa y criaba ganado para mantener a su familia.
"Para mí es un gran cambio estar aquí. Me gusta la idea de bordar diseños, pero también de transmitir una habilidad a otras mujeres", dice.
Aicha, que aprendió a bordar a los 12 años, formó en las distintas técnicas a todo el equipo, formado principalmente por mujeres solteras o viudas.
"Aquí no hay muchas oportunidades de trabajo, así que cuando surgió la ocasión no lo dudé ni un segundo", dice Haddia Nachit, de 59 años.
Coincide Fadma Lachgar, de 59 años. "El hecho de retomar el bordado a mi edad tras 20 años de ausencia es una bendición, porque me permite ayudar a mi familia".
S.Morin--SMC