
"Ciudad sin sueño", retrato en Cannes de un suburbio español entre el pasado y el futuro

Entre construcciones precarias, calles sin asfaltar y hogueras para calentarse, el español Guillermo Galoe filma en "Ciudad sin sueño" la Cañada Real, un suburbio cerca de Madrid al límite de perder sus raíces.
Presentada este lunes en la Semana de la Crítica, una sección paralela del Festival de Cannes, la película retrata este poblado de chabolas a unos 15 minutos al sur de la capital española, uno de los mayores de Europa. En él malviven unas 7.000 personas, sobre todo de origen marroquí o gitano.
Toni es un chico de 15 años que ayuda a su abuelo recogiendo y vendiendo chatarra. Con sus padres y hermanos, viven en una parcela donde no hay agua corriente y los cortes de electricidad son diarios. Cuando su mejor amigo, Bilal, le anuncia que se va a Francia, su mundo se hunde y no sabe si aferrarse a la tradición de su familia o dejarse llevar hacia un futuro mejor.
"Llegué a la Cañada hace 12 años [...] Estaba al lado de mi casa y aluciné, fue un impacto tan grande ver cómo una sociedad, cómo un espacio tan desplazado del mundo, estaba a la vez tan cerca del centro y tenía esa invisibilidad", explica en una entrevista a AFP el cineasta, de 39 años.
Galoe estuvo años conociendo el poblado y sus familias. También hizo unos talleres de cine allí, con los niños, y poco a poco fue impregnándose del espíritu del lugar.
"Establecí una relación, quería retratar las heridas de la gente que había y respecto a esa discriminación constante que han tenido siempre. Pero a la vez, y lo más importante, la energía, la luz, la vitalidad que había allí", cuenta sobre su ópera prima.
- "Wéstern crepuscular" -
En un paisaje desolador, los chicos juegan entre frigoríficos abandonados y casas deshabitadas mientras sueñan con una vida mejor. Cuando cae la noche, el barrio se convierte en un reguero de fogatas, que sirven para calentar a los vecinos.
"Cuando se va la luz, salen los fantasmas", dice alguien en el filme.
Las familias se debaten entre seguir en la Cañada, con su tradiciones y su forma de vivir, como defiende el abuelo de Toni, e irse para Madrid, a un piso, como quieren hacer los padres del chico.
"Los personajes se enfrentan a esa pérdida, a esa pérdida de un modo de vivir, con todos sus costumbres, sus valores, que reivindican, además, con mucho orgullo", cuenta Galoe. "La película tiene algo como de un wéstern crepuscular".
El rodaje en un lugar así, "impresionante, radical y extremo", fue complejo, admite. Y más, teniendo en cuenta que se trataba de una película junto a una comunidad y no sobre una comunidad, en un "proceso participativo".
Si bien el filme estaba completamente preconcebido, "la escritura y el guión siempre estuvo retroalimentado por los actores, el casting, y lo que rodábamos", precisa el director.
Los intérpretes, que "nunca leyeron ni una sola línea" del guión, enriquecieron la historia que, aunque es una ficción, está totalmente anclada en la realidad.
Para dar vida al protagonista, Galoe encontró a Antonio Fernández, que en un principio no estaba en los castings pero se apuntó a la aventura sin pensarlo.
Tiene "la mirada de un niño que está a un paso de convertirse adulto, sin transición, sin puente", dice de él el director. "Pero tiene una mirada libre de juicios, honesta, capaz de encontrar en cada esquina la posibilidad de la maravilla y del asombro".
Galoe ya hizo un cortometraje sobre este tema, "Aunque es de noche" (2023), que compitió en Cannes y se llevó el Goya del cine español.
Este año, además de concursar en la Semana de la Crítica, cuyo presidente del jurado es el también español Rodrigo Sorogoyen, la película aspira a la Cámara de Oro, que premia las óperas primas.
A.Harris--SMC