¿Endurece Japón su política?
En 2024 y 2025 Japón ha reconfigurado su enfoque migratorio con dos movimientos simultáneos: endurecer el control sobre las solicitudes de asilo repetidas y, a la vez, abrir vías más claras —aunque limitadas— para atraer mano de obra extranjera en sectores con escasez crónica. El resultado es un sistema más estricto con quienes buscan protección internacional y, en paralelo, más utilitarista con quienes llegan para trabajar.
El cambio más controvertido entró en vigor en junio de 2024: las autoridades pueden deportar a quienes acumulen tres o más solicitudes de asilo fallidas si no aportan fundamentos nuevos y razonables. Con ello, Tokio busca frenar lo que considera abusos del procedimiento y acortar estancias prolongadas en situación de limbo administrativo. Organizaciones civiles han alertado del riesgo de expulsiones de personas con temores creíbles de persecución y de una presión adicional sobre colectivos vulnerables.
Los primeros datos tras la reforma confirman su aplicación: desde mediados de 2024 se han registrado deportaciones de solicitantes afectados por las nuevas reglas. En paralelo, persiste el uso de la detención migratoria, aunque con medidas alternativas de supervisión que se aplican de forma desigual. El debate interno sigue marcado por casos de alto perfil que expusieron deficiencias en la gestión de los centros de retención y por críticas sobre la baja tasa de reconocimiento del estatuto de refugiado.
Las cifras oficiales muestran, además, un giro a la baja en 2024: Japón reconoció menos personas como refugiadas que en 2023 y mantuvo la mayor parte de la protección a través de estatus temporales o “cuasi refugio” para desplazados por guerras concretas, como la de Ucrania. Ese patrón refuerza la idea de una política que prioriza respuestas ad hoc antes que una ampliación estructural del asilo.
Aun así, el país no está “cerrado” a toda inmigración. Impulsado por el envejecimiento demográfico y la falta de personal, el Gobierno aprobó la sustitución del cuestionado programa de aprendices técnicos por un esquema centrado en el desarrollo de habilidades. La reforma persigue retener trabajadores más tiempo, facilitar ciertos cambios de empleador dentro del mismo sector y construir un puente hacia visados de mayor cualificación. No es una puerta abierta indiscriminada: mantiene cupos por ocupación, exige niveles de idioma y preserva límites a la movilidad laboral.
El cuadro general de 2024–2025 no equivale a una “guerra” contra los inmigrantes, pero sí a una política más selectiva y orientada a necesidades del mercado. Japón endurece el asilo para reducir solicitudes repetidas y acelerar expulsiones, mientras pule canales laborales específicos para sostener su economía. En el horizonte inmediato, la tensión entre exigencias humanitarias y objetivos productivos seguirá definiendo el rumbo: cuánto y cómo abrir, a quién proteger y en qué condiciones integrar a quienes ya están dentro.

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